Providencia son las 13:33, del viernes 27 de marzo. Me encuentro en el corazón de esta comuna frente a mi trabajo (Parque Balmaceda, en el monumento al aviador), en donde el ruido de los motores ruge con mucha fuerza... las bocinas retinan excesivas y el frenar repentino de un vehículo rechina avisando su detención.... A mi alrededor hay mucha gente que va y viene apurada sin contemplar el espacio que les rodea... Otros intentan despejarse del trabajo unos instantes sentados en el húmedo pasto que cubre este hermoso parque... algunos se sientan en los bancos ubicados frente a una gran fuente que lanza chorros de agua humedeciendo el aire...
La mayoría de los que aquí se encuentran en este momento viene con el propósito de conectarse con la naturaleza mientras pasa su hora de colación, miro a mi alrededor y observo una señora que quita su calzado y camina con una sonrisa de alivio en su boca por el pasto, a su lado una pareja ríe mientras se abrasan en sintonía con el ambiente grato que nos rodea... De pronto el ruido de los motores y bocinas desaparece, abriendo paso al melódico sonar de un violín, el sonido lo ejecuta un joven que sentado con instrumento en mano nos hace mas hermoso este instante... Al menos eso me parece a mi. probablemente su nombre sea Federico, y lo digo porque la polera negra que trae dice ese nombre.
El escuchar con los ojos cerrados me permite poner una atención real al toque de su suave música, y comprendo que todo puede olvidarse cuando una dulce melodía acompaña el momento.
Desaparecen entonces los buses blancos con franjas verdes, las bocinas de los vehículos y la ambulancia que avisa su paso urgente, abriendo así el paso a la "Señora Música". Imponente, dulce, melodiosa, que nos hace disfrutar de un modo diferente este bello pulmón que existe en medio de la jungla de cemento que es Santiago.
Un perro se sienta a su lado y las aves detienen su volar para así acoplarse al sonido celestial que sale de esas cuerdas que son friccionadas por "Federico".
Así cuando son las 13:55, solo me queda decir... ¡Gracias! por hacer grato mi momento de desconeccion de la oficina...
La mayoría de los que aquí se encuentran en este momento viene con el propósito de conectarse con la naturaleza mientras pasa su hora de colación, miro a mi alrededor y observo una señora que quita su calzado y camina con una sonrisa de alivio en su boca por el pasto, a su lado una pareja ríe mientras se abrasan en sintonía con el ambiente grato que nos rodea... De pronto el ruido de los motores y bocinas desaparece, abriendo paso al melódico sonar de un violín, el sonido lo ejecuta un joven que sentado con instrumento en mano nos hace mas hermoso este instante... Al menos eso me parece a mi. probablemente su nombre sea Federico, y lo digo porque la polera negra que trae dice ese nombre.
El escuchar con los ojos cerrados me permite poner una atención real al toque de su suave música, y comprendo que todo puede olvidarse cuando una dulce melodía acompaña el momento.
Desaparecen entonces los buses blancos con franjas verdes, las bocinas de los vehículos y la ambulancia que avisa su paso urgente, abriendo así el paso a la "Señora Música". Imponente, dulce, melodiosa, que nos hace disfrutar de un modo diferente este bello pulmón que existe en medio de la jungla de cemento que es Santiago.
Un perro se sienta a su lado y las aves detienen su volar para así acoplarse al sonido celestial que sale de esas cuerdas que son friccionadas por "Federico".
Así cuando son las 13:55, solo me queda decir... ¡Gracias! por hacer grato mi momento de desconeccion de la oficina...
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